DISTANCIAMIENTO
- ¡Che, acá, entre nosotros, te
podés sacar el barbijo!, ¿no te das cuenta que no te escucho bien, ni te puedo
leer los labios? Es como un desprecio… Ni me acercaste tu mano. ¡Che, no te voy
a contagiar nada!
- Tenés razón, ya sé, acá no pasa
nada… es que no me acostumbro - dije, sin levantar la cabeza-.
- ¡Bueno, dale!, me decís eso cada vez que nos vemos; pero
hoy... hoy es una noche especial; dijiste, me juraste, que te lo ibas a sacar y que me ibas a
abrazar; y, por lo menos pretendo que
brindemos; dale, chocamos copas, un abrazo y listo; nadie se va a enterar...
Jingle bells, Jingle bells!
Para nada convencido, pero
importunado por mi promesa, fui desenterrando de mis orejas y de mis pómulos, los elásticos del barbijo
gris, dejando al descubierto mi bozo
transpirado y mi mentón lleno de dolorosos granos rojizos. Mis ojos
inundados ya casi no veían a mi compañía de esa Noche Buena, a la que solo vislumbré como una silueta difusa cuando,
frente al espejo, encaré mi rostro y al
levantar la mano con mi copa de champán, el reflejo copió idéntico
movimiento. Si no hubiese sido por mi visión poco nítida, podría asegurar que
estaba llorando.
Ro
Campiotti